martes, 15 de noviembre de 2011

Pajaritos

Todo pasó demasiado rápido. La llamada, el carro de paros, el monitor que no funcionaba, la mujer desnuda sobre la camilla, la reanimación. Los minutos se condensaron en la emoción que después se transformó en angustia, en esos relojes doblados por un corazón que no latía, por unos pulmones que no se llenaban, mientras el cronómetro marcaba dos minutos, y otros dos, y otros dos.

Nada pasa como en las películas. La vida es mil veces más terrible, más dolorosa, más caótica. Y quizás por eso es mejor. Porque, al fin y al cabo, esto sí es real.

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