Había estado todos estos años muy segura de quererte. Pero entonces cometiste esa serie de errores insignificantes, detalles minúsculos como decir las una, dejar la luz del baño encendida o doblar la punta de la hoja de alguno de mis libros.
Lo más seguro es que algo se había trizado en mí hace tiempo y simplemente no me había dado cuenta, pero cuando me trajiste el té con tu alegría de siempre y me besaste la punta de la nariz, supe que había olvidado cómo, que ya no te iba a querer más.
Lo más seguro es que algo se había trizado en mí hace tiempo y simplemente no me había dado cuenta, pero cuando me trajiste el té con tu alegría de siempre y me besaste la punta de la nariz, supe que había olvidado cómo, que ya no te iba a querer más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario