-Tenemos que hablar.
La gotera del techo que nadie había arreglado fue el único sonido audible. Carlos sintió la garganta seca, la lengua pegada al paladar. Esta vez no importaba cuánto trotara, cuánta música a todo volumen escuchara, cuánto bailara; las cosas ya no iban a ser felices. Pero la verdad es que no lo eran hace mucho tiempo.
Se miraron. El café frío seguía sobre la mesa, el montón de ropa sucia seguía sobre el sillón. Y lo peor, el rencor y el hastío de esos cinco meses juntos seguían atrapados en su pecho.
El rostro de Marcos se arrugó en una expresión que definitivamente significaba culpa.
-Perdóname, Carlos. Voy a vender la wii. Necesitamos el dinero. Sé que te encanta, pero...
-Me acosté con Francisco. En nuestra cama, más de una vez. Me acosté con Francisco.
Silencio. La gotera de nuevo. Alguien prendió una aspiradora en el piso de arriba.
-Y yo que pensaba que ya no teníamos nada en común.
La gotera del techo que nadie había arreglado fue el único sonido audible. Carlos sintió la garganta seca, la lengua pegada al paladar. Esta vez no importaba cuánto trotara, cuánta música a todo volumen escuchara, cuánto bailara; las cosas ya no iban a ser felices. Pero la verdad es que no lo eran hace mucho tiempo.
Se miraron. El café frío seguía sobre la mesa, el montón de ropa sucia seguía sobre el sillón. Y lo peor, el rencor y el hastío de esos cinco meses juntos seguían atrapados en su pecho.
El rostro de Marcos se arrugó en una expresión que definitivamente significaba culpa.
-Perdóname, Carlos. Voy a vender la wii. Necesitamos el dinero. Sé que te encanta, pero...
-Me acosté con Francisco. En nuestra cama, más de una vez. Me acosté con Francisco.
Silencio. La gotera de nuevo. Alguien prendió una aspiradora en el piso de arriba.
-Y yo que pensaba que ya no teníamos nada en común.
no me gusta la palabra acostarse, yo uso culear, follar no sé
ResponderEliminar