lunes, 26 de diciembre de 2011

Bastidores

Ese día, el mundo era totalmente blanco. No se trataba solo de las nubes; algo invisible se había ido adhiriendo a las partículas y había terminado calándose en todos lados sin que nadie se diera realmente cuenta. Se veía blanco, se respiraba blanco, se tocaba blanco, y algunas personas entraron en un sopor que seguramente los estudiosos también describirían como blanco.
Sin embargo, el color aún se resistía en algunas partes, y ella, a falta de algo mejor que hacer con su tarde, tomó la paleta de acuarelas de veinticuatro colores, rescató su pincel favorito del montón, y salió a la calle a pintar el cuadro que siempre quiso ver desde su ventana. Cuando cerró la puerta de su casa y vio lo que ocurría a su alrededor, sonrió.
Era una suerte que a todos los artistas de su barrio les gustara tanto Dalí.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Carta secreta n° 675

Un día te voy a escribir un cuento. No sé si estará bien escrito o tendrá un final feliz, ni siquiera sé si será la clase de cuento que Cortázar hubiera aprobado, pero escribiré un cuento y tu nombre estará escrito al principio, en cursiva. No te avisaré cuándo, así que siempre tendrás que estar pendiente, por si aparece escrito en el confort o en una revista rosada.
Yo solo espero que, el día en que lo leas, logres descifrar mi mensaje en clave, ese mensaje que intento darte hace años sin que tú prestes atención. Porque eres tan de otra parte, niña, tan de adonde yo no puedo ir, y no tienes idea de que voy a escribirte un cuento, ni estarás consciente de que su publicación se deberá a ti, solo a ti. Ni siquiera sabes que existo, y seguramente no descifrarás nunca mi mensaje.
Pero escucha con atención. Yo te voy a escribir un cuento, porque quizás un día abras tus ojos verdes y lo entiendas. Porque no puedo dejar de esperar que tal vez, un día, todo tenga sentido y por fin vengas de allá lejos a quedarte conmigo.

Reclamo

Solíamos hablar horas y horas. Los silencios incómodos no tenían mucho que ver con nosotras, porque de  alguna manera siempre había algo que decir, y los escasos silencios podían llenarse perfectamente con cosas que no resultaban nada incómodas. No sé cómo, pero siempre fue fácil estar junto a ti; incluso cuando aún no te conocía mucho, prefería estar a tu lado y sonreírte a inventar una conversación con los demás.

El tiempo mata muchas cosas, y en nuestro caso, ya sabemos lo que mató. Así es la vida, ni siquiera nos da mucho derecho a quejarnos.
Ahora, nuestra conversación apenas dura unos cinco minutos de hostilidad.

Apenas.

martes, 13 de diciembre de 2011

Gabriel siempre quiso ser un astronauta interespacial. En cambio, acabó trabajando en una panadería de lunes a domingo, y en sus ratos libres, también era mago.
Un día, algo salió muy mal. El truco se le fue de las manos, y desapareció del escenario, dejando atónitos a todos los espectadores. Nadie supo qué pasó. Nadie supo qué fue de él. Nunca volvió. Pero el día en que el hombre viajó a la luna por primera vez, algunos creyeron ver en la televisión a un señor muy parecido a Gabriel saludando desde un rincón.

Silencio

Encendemos las luces. Nos cepillamos los dientes. Nos ponemos pijama. Leemos al menos durante una hora, cada uno sumido en su propio libro. Apagamos las luces.
Dices "buenas noches".
Cierro los ojos. Es el único momento del día en el que escucho tu voz.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Bláh

Cuando él abandonó su hogar, le prendió fuego.
Lo hizo porque estaba harto de todo, desde el jardín hasta su esposa, pero sobre todo lo hizo porque no pudo soportar la perspectiva de que él se estuviera marchando y no le importara a nadie.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Bernouille

Dicen que nada se pierde, que todo se transforma.
Yo te quería tanto... Debe ser por eso que ahora te odio de forma tan insana.

Blah

Se miró las manos temblorosas y blancas por varios minutos, respirando muy fuerte y muy hondo cada vez. Al final, ya con decisión, tomó el encendedor y lo abrió con un click. Lo vio caer al suelo como si pasara en cámara lenta.
De repente, todo era rojo.

Decidió ignorar que no le iba a quedar nada más en el mundo. Ignoró las fotografías en las paredes que deberían haberlo detenido. Simplemente tomó su chaqueta, un libro, y se marchó.


jueves, 8 de diciembre de 2011

Julia

Mi mamá siempre quiso ser actriz de cine, pero en cambio no consiguió ser más que una actriz callejera.
El lado bueno, dice ella, es que así puede dedicarse a su trabajo a tiempo completo, porque no es de las que ensaya meses, se para en medio de la calle un buen día para presentar su obra y después se va de vacaciones; lo suyo es algo más constante, algo de todos los días y sin disfraces, y por lo mismo, yo pienso que requiere mucho más sacrificio.
Es perfectamente capaz de largarse un llanto de aquellos y seguir pelando papas como si solo hubiera estornudado. A veces me da unos discursos que no puedo creer que se haya inventado, absolutamente convincentes, pero cuando termina hay un sutil cambio en su expresión o en su voz y me habla de algo del todo distinto. Con el tiempo me acostumbré, pero es inevitable vivir en un estado de confusión e incredulidad permanentes si algo así ocurre con tanta frecuencia.
El problema principal, es que mi mamá nunca se ha tomado vacaciones. Si existe alguien más debajo de la capa eterna de teatralidad, a mí nadie me la ha presentado, y tras tantos años de lo mismo, se empieza a formar algo en el pecho como rencor, algo pegajoso que se va acumulando día tras día y deja un gusto muy ácido en la boca.
A papá le pasaba exactamente lo mismo. No hablábamos mucho, era mi mamá la que usaba las palabras hasta el cansancio y nosotros nunca nos sentimos capaces de irrumpir en ese territorio del que se había apropiado. A pesar de eso, papá y yo siempre nos hemos entendido a la perfección, con apenas un par de gestos o un asentimiento.
Lo del asesinato fue para su cumpleaños. No fue premeditado, surgió más bien como un impulso, como si aquel día hubiera rebasado el límite de lo que nosotros podíamos aguantar. Yo miré a mi papá, y los dos ya sabíamos qué hacer.
Si quiere que sea honesto, me parece una verdadera lástima que no haya resultado. Supongo que mi mamá, de tanto ser la heroína de la historia, se ganó también la inmortalidad típica de los protagonistas. Esa es solo una teoría; siempre preferí evitar lo que se relacionara con la literatura y el teatro, así que no tiene que creerme. Nosotros solo intentábamos acabar con la representación infinita, no tenemos más culpa que alguien que abandona su palco del teatro a mitad de la función.
Ay, oficial, no me ponga esa cara. Estoy muy seguro de que, de haber estado usted en nuestro lugar, habría hecho exactamente lo mismo.

martes, 6 de diciembre de 2011

Lo recordaba perfectamente. Tenía cinco años. Ese día se celebraba Navidad, su fecha favorita en el mundo. Cada año, cuando daban las doce, ella tenía permiso para rasgar los papeles coloridos y atesorar entre sus brazos los numerosos regalos que recibía, en un éxtasis de felicidad. Su madre solía preparar una cena especial, y su padre tomaba la guitarra y cantaba hasta que se dormía acurrucada en el sillón. A veces también estaba el abuelo, o algunos tíos, pero los que realmente le importaban a Marissa eran sus padres.
A su corta edad, ya sospechaba que la verdadera clave de aquel día no era el montoncito que gritaba su nombre bajo el árbol adornado, si no algo mucho más simple y esencial, algo que tenía que ver con las miradas cariñosas y la voz grave que la hacía dormir.

Ese día, habían salido temprano. Le tenían una sorpresa, dijeron. Una muy especial. Ella solo tenía que tener paciencia, no tardarían demasiado.
Con ansiedad, se alisó el vestido y se sentó en el columpio del jardín, mirando hacia la calle.
Esperó, columpiándose suavemente. Pasaron los minutos, las horas, y el sol se escondió. Desde las casas vecinas ya se oían las conversaciones y risas típicas de las familias reunidas. Pasaron más horas. No quiso entrar a su casa ni siquiera cuando dieron las doce. Pasaron días, semanas, meses, años... Los padres de Marissa nunca llegaron.
Ella los esperó todo ese tiempo. Lo recordaba perfectamente, porque incluso ahora, cuando caminaba por la calle fría, pensaba que tal vez, algún día...

Teoría del Flujo

Mi profesor de cardio dice que el amor es un flujo. Como todos los flujos, para existir necesita de una fuerza motriz y una conductancia.
Por eso Romeo y Julieta no sobrevivieron: tenían la fuerza motriz, pero la conductancia se fue a cero y su amor también.

Yo creo que lo nuestro fue compartido. A ti te costaba la conductancia, eras casi pura resistencia; a mí se me murió la fuerza motriz. Y aquí estamos, con el flujo haciéndose tan, tan bajo, que si no fuera porque no puede ser menor a cero, iríamos por el infinito negativo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Coincidencia

-Tenemos que hablar.
La gotera del techo que nadie había arreglado fue el único sonido audible. Carlos sintió la garganta seca, la lengua pegada al paladar. Esta vez no importaba cuánto trotara, cuánta música a todo volumen escuchara, cuánto bailara; las cosas ya no iban a ser felices. Pero la verdad es que no lo eran hace mucho tiempo.
Se miraron. El café frío seguía sobre la mesa, el montón de ropa sucia seguía sobre el sillón. Y lo peor, el rencor y el hastío de esos cinco meses juntos seguían atrapados en su pecho.
El rostro de Marcos se arrugó en una expresión que definitivamente significaba culpa.
-Perdóname, Carlos. Voy a vender la wii. Necesitamos el dinero. Sé que te encanta, pero...
-Me acosté con Francisco. En nuestra cama, más de una vez. Me acosté con Francisco.
Silencio. La gotera de nuevo. Alguien prendió una aspiradora en el piso de arriba.
-Y yo que pensaba que ya no teníamos nada en común.