Abrió el libro, sonriendo al percibir uno de sus olores favoritos, y se acomodó en el mullido sillón. Afuera, la niebla hacía imposible distinguir algo más allá de la casa vecina, pero eso solo consiguió aumentar su sensación de felicidad.
Era un día perfecto, se dijo mientras ceñía su chal.
Entonces, un sobre se deslizó de las páginas del libro, con las palabras 'Para ti' inscritas en tinta azul. Lo abrió, intrigada, sacando una esquela pequeñísima, con unas pocas palabras escritas también en tinta azul.
Sobre, esquela y libro cayeron silenciosamente en la alfombra. La niebla que tan feliz la había hecho hace segundos empezó a apoderarse de su mente, y luego de sus pulmones, de su corazón, de sus brazos y de sus piernas. Todo tan blanco, todo tan frío... Hasta que ella entera era niebla.
El chal quedó hecho un montón arrugado sobre el sillón. Las llamas en la chimenea se fueron apagando, hasta convertirse en miserables chispas rojas sobre las cenizas. La niebla empezó a disiparse para dar paso a un tímido sol que se asomaba entre las nubes.
Era un buen día. Era un día perfecto.
Era un día perfecto, se dijo mientras ceñía su chal.
Entonces, un sobre se deslizó de las páginas del libro, con las palabras 'Para ti' inscritas en tinta azul. Lo abrió, intrigada, sacando una esquela pequeñísima, con unas pocas palabras escritas también en tinta azul.
Sobre, esquela y libro cayeron silenciosamente en la alfombra. La niebla que tan feliz la había hecho hace segundos empezó a apoderarse de su mente, y luego de sus pulmones, de su corazón, de sus brazos y de sus piernas. Todo tan blanco, todo tan frío... Hasta que ella entera era niebla.
El chal quedó hecho un montón arrugado sobre el sillón. Las llamas en la chimenea se fueron apagando, hasta convertirse en miserables chispas rojas sobre las cenizas. La niebla empezó a disiparse para dar paso a un tímido sol que se asomaba entre las nubes.
Era un buen día. Era un día perfecto.
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