martes, 30 de abril de 2013

Era uno de esos días muy malos, de esos en que la tostada se cae al suelo y uno se da cuenta demasiado tarde de que no hay café para la once. Trató de arreglarlo todo lo que pudo, recomponerlo con orden y limpieza, escuchar canciones bonitas y hasta sonreír, pero cuando encendió el fósforo y en vez de prender la cocina se quedó mirándolo, temblando con la llama ante los ojos, las cosas se le derrumbaron irremediablemente, y acabó llorando debajo del sonido de la aspiradora.
Al final se metió a la cama y se tapó todo lo que pudo, por si se ahogaba mientras dormía o los fantasmas también decidían atacarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario