sábado, 14 de enero de 2012

Miramos con resignación el pequeño cactus que se encuentra sobre la mesa. Trato de ignorar que está indebidamente inclinado hacia la derecha y que ha adquirido un tono mortecino, pero es imposible.
-Nada sobrevive en esta casa -dice mi hermana, muy seria.
Yo me quedo en silencio. Me gustaría contradecirla, exigirle pruebas, pero sé que tiene razón.
Al final, sin palabras, tomamos el macetero, y lo dejamos en un rincón bien oculto para que nadie más se dé cuenta. Quizás también a nosotras se nos olvide.

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