Creyó que si se marchaba sin avisar ni dar explicaciones, él la echaría de menos. Por fin entendería cómo era vivir desde su lado, el de los espacios vacíos y fríos en la cama, el de las palabras que se quedan sin respuestas en el teléfono, el de nunca, nunca respirar hondo.
Así que se marchó, llevando cada una de las cosas que le pertenecían en aquella casa de la avenida Grecia, sin dejar ninguna señal que sirviera de explicación, ni el menor rastro que pudiera usarse para encontrarla después.
Él tardó seis meses en regresar, cuatro meses en comprender que ella lo había dejado, y otros dos en decidirse a hacer algo al respecto. Quince días más tarde, estaba de pie frente a la tercera puerta del sexto piso, en un edificio en el centro de la ciudad, que se abrió antes de que consiguiera reunir el valor suficiente para presionar el timbre.
Sus ojos se encontraron de golpe. Un pesado silencio los retuvo a ambos allí, junto al umbral.
-Penélope -pudo susurrar al fin-. He vuelto.
Ella parpadeó como si solo entonces hubiera despertado. Sin palabras desapareció al interior del departamento y regresó con una bolsa blanca. Se la tendió con una media sonrisa.
-Ten. Supongo que lo tejí para ti.
Le dedicó unos segundos más, solo por si acaso, pero hace tiempo que ella había dejado de esperar. No había mucho más que decir, así que se encogió de hombros y, con un gesto de despedida, cerró la puerta.
Ulises consideró volver a tocar el timbre, y decirle la verdad; que estaba enamorado de ella, que la necesitaba, que simplemente se había dado cuenta demasiado tarde. Y entonces vio el papel escrito a mano ahí, adherido al plástico blanco.
Acabo de recibir una oferta de trabajo en Italia. Acepté. Quizás un día vuelva. Si quieres esperar, en la bolsa hay palillos y lana. Dicen que hay buenos tutoriales en youtube.
Cariños
Penélope.
Así que se marchó, llevando cada una de las cosas que le pertenecían en aquella casa de la avenida Grecia, sin dejar ninguna señal que sirviera de explicación, ni el menor rastro que pudiera usarse para encontrarla después.
Él tardó seis meses en regresar, cuatro meses en comprender que ella lo había dejado, y otros dos en decidirse a hacer algo al respecto. Quince días más tarde, estaba de pie frente a la tercera puerta del sexto piso, en un edificio en el centro de la ciudad, que se abrió antes de que consiguiera reunir el valor suficiente para presionar el timbre.
Sus ojos se encontraron de golpe. Un pesado silencio los retuvo a ambos allí, junto al umbral.
-Penélope -pudo susurrar al fin-. He vuelto.
Ella parpadeó como si solo entonces hubiera despertado. Sin palabras desapareció al interior del departamento y regresó con una bolsa blanca. Se la tendió con una media sonrisa.
-Ten. Supongo que lo tejí para ti.
Le dedicó unos segundos más, solo por si acaso, pero hace tiempo que ella había dejado de esperar. No había mucho más que decir, así que se encogió de hombros y, con un gesto de despedida, cerró la puerta.
Ulises consideró volver a tocar el timbre, y decirle la verdad; que estaba enamorado de ella, que la necesitaba, que simplemente se había dado cuenta demasiado tarde. Y entonces vio el papel escrito a mano ahí, adherido al plástico blanco.
Acabo de recibir una oferta de trabajo en Italia. Acepté. Quizás un día vuelva. Si quieres esperar, en la bolsa hay palillos y lana. Dicen que hay buenos tutoriales en youtube.
Cariños
Penélope.
pame creo que estas de cumpleaños, y si no, pucha la embarré.
ResponderEliminarfeliz cumpleaños, un abrazo.
javi.